Trabajó asustando en un tren fantasma y ahora escribe historias para 'creer o reventar'

"Desde muy chico los primeros libros que leo, las primeras películas que veo tenían que ver con las historias que abordaban las grandes preguntas: sobre la vida, la muerte, el destino, el tiempo, la realidad...", comenta el escritor Guillermo Barrantes respecto de sus inicios.

El literato argentino difunde las producciones relacionadas al género de terror luego de atravesar distintas experiencias - lúdicas tal vez - que lo fueron moldeando para terminar siendo hoy un gran exponente en la materia.

"Me acuerdo que había un círculo del lector donde la cuota era comprar un libro por mes, y terminé comprando 'Cuando ocurre lo imposible' que estaba lleno de historias increíbles de mitos y leyendas", recordó el artista.

El susto también divierte

En el año '93, Barrantes trabajaba en un shopping de Avellaneda donde debía asustar a los visitantes en un tren fantasma. "Uno llegaba ahí y los delegados anotaban en el vestuario quién iba a cumplir su jornada en qué lugar. Un día me tocó ir al tren fantasma que tenía tres puestos: las entradas, el manejo del carrito y el tercero, que nadie quería, donde había que asustar", relató.

"Antes de estar en la literatura, era el mejor trabajo que podía hacer", afirmó y luego explicó: "Debía disfrazarme de muerte... Una muerte que medía como tres metros donde se miraba por el cuello donde tenía una especie de tela mosquitero y ahí hacía las delicias y los horrores de los niños y las madres porque trataba de asustar con pasión".

Guillermo Barrantes se inició en la literatura haciendo un paso por la radio. "Estaba trabajando en un programa local que lo hacíamos para pasarla bien los viernes en el 2001 donde se hablaba de todo. Ahí comienzo a contar mitos urbanos de la zona y comenzó un ida y vuelta con los oyentes muy interesante", relata.

De ahí comenzó a investigar junto a Víctor Coviello por Buenos Aires de donde surgió lo que el mismo co- autor de "Buenos Aires es Leyenda" (2004) en el cual se incluyen "El enano vampiro de Bajo Flores", "El taxi manejado por la muerte en Chacarita" y "El fantasma de Gardel".

"Cuando buscábamos historias donde no solamente un fantasma nos alcanzaba sino que tiene que tener un trasfondo qué contar", sostuvo.

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La experiencia paranormal

Barrantes también relató que una de las historias que marcó su trayectoria es la de "El taxi manejado por la muerte" donde se supone que el vehículo recoge pasajeros desde el Cementerio de Chacarita. "El mito dice que uno sube al taxi sin prestar atención y luego siente un frío dándose cuenta que el conductor tiene rasgos cadavéricos. Luego el taxi se detiene, se baja el conductor y allí desciende al destino final que es el mismo Cementerio de Chacarita", relató.

"Es una historia fuerte, pero perfecta, un círculo que se convierte en cortometraje solo", afirma y añade: "Mostrar esto de cómo evoluciona el mito, cómo se mueve, mostrarlo en el libro es lo fascinante donde el lector decide si creer o no creer".

El miedo: el barco

El escritor también se tomó la libertad de hablar de sus propios miedos donde señaló que le teme a los barco, no por la navegación sino por el barco en sí. "Es esa mole de metal, el límite entre esa mole de metal y el agua, siempre veo el agua hedionda. Aunque vea navegando en un mar limpio, siempre se me hace pantanosa", explica.

"En el cuarto Buenos Aires es Leyenda investigamos la historia de Salomone, un arquitecto que fue dejando esculturas muy extrañas a lo largo de la provincia que son de otro planeta, enormes, góticos, cosas que tienen un halo de misterio. De todas, las más misteriosa es el pórtico del Cementerio de Azul, donde para ingresar debés pasar por debajo del Ángel que es gigantesco con una espada enorme y parece estar en el límite entre la vida y la muerte", narra Barrantes en relación al momento donde su escepticismo se le escapó del espíritu y el miedo se le volvió más palpable.

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Barrantes prosiguió: "Entramos a investigar el cementerio buscando algunas tumbas. Era de mañana y encontramos una puerta reja de dos hojas cerradas con un candado oxidado, y en la puerta tenía dos calaveras... Donde el 'PROHIBIDO PASAR' fue como una invitación muy tentadora. Encontramos a un cuidador que abrió, entramos y nos damos cuenta que era el lugar más descuidado del cementerio. Mientras sacábamos fotos mirábamos los epitafios, y veíamos sombras de personas que andaban cerca bajo el supuesto de que eran los visitantes que habían dejado la puerta abierta. De repente vemos que el sol estaba bajando, como si hubiera pasado mucho tiempo... De repente parecía que estaba anocheciendo y decidimos irnos. Cuando nos dirigíamos a la salida, nos encontramos con que la puerta estaba cerrada con el candado oxidado. Llamamos a cualquier persona que andaba por ahí, llega un nuevo cuidador que no era el de la mañana. Abre las cadenas y cuando salimos se dispone a cerrarlas de nuevo. En ese momento le pedimos que no lo haga porque había gente adentro, a lo cual el cuidador nos mira extrañado y nos responde: 'No, no hay nadie adentro porque ese es el sector de los disidentes. Esas tumbas son de personas que se suicidaron o que no tenían religión'. Pero al final nos fuimos al hotel y hasta el escéptico tuvo la sensación siendo uno de esos momentos que se cortan con cuhillo".

Las historias de Guillermo Barrantes tuvieron una gran repercusión no sólo por la profundidad abordada desde sus libros o la proximidad lograda con sus columnas en distintas radios sino también por el carácter identitario de los relatos orales y urbanos que evidentemente siempre rondan en cualquier punto del globo.

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