El adiós que duele: el Centro Cultural Camalote cierra tras casi diez años de comunidad y arte

“Camalote siempre fue un espacio autogestivo y comunitario”, explicó Cañete. “Alquilamos un lugar privado y lo sosteníamos con las cuotas de los talleres, las funciones y el trabajo conjunto entre docentes y la sala. Durante muchos años, las convocatorias del Instituto Nacional del Teatro y del Instituto de Cultura del Chaco nos daban un respiro. Hoy, eso desapareció”.

Un contexto adverso que hizo insostenible la continuidad

La situación económica golpeó de lleno al proyecto. La baja de alumnos, la ausencia de convocatorias nacionales y provinciales, y la imposibilidad de sostener los costos operativos aceleraron la decisión. La muestra más cruda fue la última función de títeres: apenas diez personas asistieron, pese a tratarse de un artista de larga trayectoria.

“Si la gente no viene cuando es gratis y tampoco puede pagar una entrada de tres mil pesos, no tenemos cómo sostener el espacio”, señaló Cañete. A esto se sumó el incremento del alquiler y el aumento constante de la tarifa eléctrica de un galpón amplio y muy utilizado.

Pese a los esfuerzos por obtener apoyo oficial, las gestiones no tuvieron respuesta. “Hablé directamente con autoridades provinciales y quedé esperando un llamado que nunca llegó. Propusimos funciones, alternativas… nada”, remarcó.

Un cierre que duele en la comunidad

Uno de los momentos más conmovedores ocurrió cuando comunicaron la noticia a los talleres. “Se nos partió el alma”, contó Cañete. Una niña, al finalizar la reunión, escribió en una pared todavía limpia: “Adiós por un tiempo”. Esa imagen, dice, lo acompañará siempre.

Camalote no era solo un espacio de talleres: era una segunda casa. “Tenemos niñas que empezaron a los cuatro años. Hoy las acompañamos en sus cumpleaños de 15. Somos familia. Ese es el espíritu de Camalote: comunidad, arte, afecto”.

La despedida movilizó también a vecinos y vecinas que se acercaron a expresar su tristeza. “Una señora nos dijo que era hermoso ver desde la calle lo que hacíamos: las ferias, el circo, la música. Es un espacio que ocupaba un lugar único y colorido en la sociedad”.

Un cierre, pero no un final

Aunque hoy el dolor domina, Camalote ya piensa en el futuro. El espacio resultó beneficiario del Fondo Solidario, con el que realizarán funciones de circo en los barrios durante diciembre. Además, los talleres de dibujo continúan sus últimas clases en centros culturales municipales, y el 12 de diciembre realizarán el cierre de año en Casa de las Culturas, con acrobacia aérea y una muestra de más de 60 cuadros.

Cañete también adelantó que analizan volver al mismo espacio en 2026, aunque dependerán del acompañamiento económico. La esperanza está puesta en la Ley de Mecenazgo y en la posibilidad de sumar empresas que apadrinen el proyecto. “Somos un espacio pequeño, pero con un impacto enorme en la comunidad. Tenemos que actualizar nuestra gestión y buscar nuevas herramientas”, señaló.

“No podemos naturalizar que la vida del artista sea una lucha eterna”

Con una mezcla de tristeza y convicción, Cañete dejó un mensaje claro: el cierre de Camalote no es solo el fin de una etapa, sino un síntoma de algo más profundo.

“La profesión del artista necesita ser acompañada de manera constante. No se puede naturalizar que siempre estemos a pulmón. Cuando un espacio cierra, la comunidad siente que perdió algo valioso”.

Mientras continúan mudando lo que queda del galpón, Gustavo describe la escena con una metáfora dolorosa: “Es como cuando te separás. Tenés que sacar tus cosas mientras te duele todo. Pero sabemos que no es un adiós: es un hasta luego”.

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